miércoles, 10 de febrero de 2016

Agricultura familiar a minutos de la Casa Rosada


Son quintas que aún conservan su producción. Desde viñedos hasta animales de granja son parte de un paisaje con una historia muy propia llena de esfuerzos compartidos.
Miércoles, 10 Febrero, 2016
El canto nítido de los pájaros y el color amarillo de  los lirios ribereños son los primeros contraste del visitante que llega del ruido de la ciudad. Son apenas 8 kilómetros lo que separa a esta zona de Avellaneda de la Casa Rosada. Dos mundos muy distintos que están a casi una mirada. Aquí en la  costa de Villa Domínico unos 20 productores hacen vino cosechan ciruelas y “algo de horticultura, crían animales de granja y venden huevos. Incluso están los que producen lechones, dulces e incluso alguno que aún pesca”, dice Mario Castro, técnico del INTA AMBA de Avellaneda.
Se trata de generaciones de productores de principios de siglo XX que se quedan en resistencia al tiempo y que con la ayuda del INTA AMBA buscan nuevas posibilidades para seguir creyendo. “Son en su mayoría descendientes de  genoveses y piamonteses. Son los Italianos que venían del barrio de la Boca y que empezaron a venir en botes a estas costas para alquilar algunas parcelas y producir en lo que por aquellos años era un monte en el que hacían peras, ciruelas y el famoso Vino de la Costa”.
Estas parcelas limitadas al frente con el Río de La Plata rodeado por el canal Sarandí y el arroyo Santo Domingo “es prácticamente el único testigo del agroecosistema periurbano de la ciudad de Buenos Aires, tal cual existió durante el siglo XIX y, en muchos casos, hasta bien entrado el siglo XX”, describe Pedro Aboitiz, agente de proyecto Cambio Rural del INTA AMBA en el blog http://quintasdesarandi.blogspot.com.ar/
Incluso los canales fueron usados para la navegación en pequeñas embarcaciones a vela y remos, para transportar personas y bienes entre las quintas y el puerto de La Boca. Esto dejó de usarse antes de mediados del siglo XX al llegar las vías terrestres de comunicación.
Proyectos
Es en esta zona se formó un relleno sanitario  que dejó sitiados a parte de los quinteros. Así muchas parcelas se vendieron a un bajo valor inmobiliario. Otros se quedaron con las raíces productivas ya de sus padres o abuelos. “Ahora se está trabajando con las familias en proyectos productivos, involucrando a los más jóvenes para que se queden pero produciendo ya que es un rincón olvidado sin buenos caminos ni agua potable”, agrega Castro.
Aboitiz destaca que aún hoy la gente sigue “comparando en estas quintas el famoso vino de la costa que se vende suelto, y es muy sabroso, y junto con sus botellas se llevan lechones, plantas, huevos. Hay familias que están mejorando y ampliando la calidad de sus productos para el autoconsumo y venta, por eso tenemos muchos proyectos para trabajar junto a ellos”.
El técnico destaca que en los últimos años el INTA puso más apoyo en la agricultura familiar de esta zona de la costa buscando que quienes aquí viven logren un impulso más comercial en sus producciones.
Nos gustaría –suma Castro–  que las familia que aquí viven mejoren su calidad de vida que trabajen en buenos proyectos: que  no sólo usen este espacio como vivienda sino como lugar de trabajo, que los más jóvenes puedan aprovechar los saberes de la gente mayor ”.
Para lograr esto el INTA AMBA le acercó a los vecinos pollitos, entregó  semillas del programa Pro-huerta. Incluso hay un proyecto  agroecológico, talleres de conservas y otros para trabajar en plantas aromáticas y medicinales  mediante capacitaciones y talleres que enseñen a hacer  preparados o puedan vender los plantines. Además se estudia brindar capacitaciones en poda y el control de la mosca de la fruta.
Otros puntos en los que están avanzando es la remediación de aguas contaminadas con plantas acuáticas que pueden tomar parte de los metales tóxicos y limpiar las aguas, esto junto con la Universidad de Flores; y la posibilidad de vender pollos camperos: que una familia tenga la incubadora, conseguir los huevos y luego que estos le vendan a un precio razonable los pollitos a los vecinos para su comercialización.
Además ya hay avanzado un trabajo para la captación de agua de lluvia y la construcción de  cisternas grandes y de esta forma contar con reservorio invalorable de agua potable para el consumo y los cultivos.
Contra todos los pronósticos
En esta zona de Avellaneda hay varios contratiempos como sudestadas, humedad y mosquitos. A los que se le suman problemas de contaminación. Sobre este último se realizaron análisis de partículas en suspensión en aire y metales pesados en suelos con la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV). Tal vez como un freno a la contaminación es que  se quiere crear en esta zona una reserva municipal.
Por otra parte es de esperar que la implementación del Plan Integral Matanza-Riachuelo permita una gradual recuperación de la calidad de las aguas. En cuanto a la situación generada por el Polo Petroquímico y el relleno sanitario CEAMSE es previsible un mejoramiento escalonado de la situación.
La escuela centenaria
En quintasdesarnadi, blog de Pedro Aboitiz, se lee una curiosidad del lugar: la historia de la Escuela N° 47, levantada sobre la tierra más baja de Sarandí, casi en la orilla del Río de la Plata, que ya superó los 100 años y es la única escuela rural (no llegan medios de transporte) en el Área Metropolitana, de las 114 que hay en territorio bonaerense.
Nació por la necesidad de los genoveses, calabreses y piamonteses que en 1865 llegaron a estas tierras para cultivar frutas, hortalizas y producir el célebre vino de la costa. Incluso los maestros eran genoveses y enseñaban un poco en español y otro en su dialecto, el zeneize. Venían caminando o en canoa por el arroyo Santo Domingo; no existía ningún camino", cuenta la directora,Mirta Cuesta. Allí acudían los hijos de los quinteros y chicos con menos recursos.

La escuela –completa el blog –  está compuesta por nueve docentes, 44 alumnos (seis viven en las zona de quintas) y cuatro o cinco perros, que entran y salen de las aulas sin pedir permiso. Además, claro está, poseen una huerta. 

martes, 12 de enero de 2016

ESCUELA RURAL 47 EN LAS QUINTAS DE SARANDI


LA N° 47 ES LA UNICA DEL AREA METROPOLITANA: ESTA EN SARANDI, EN PLENO CORAZON DEL CONURBANO Cumple 100 años una escuela rural, a 10 minutos de la Casa Rosada En esta primaria de doble escolaridad, fundada por inmigrantes italianos, estudian 44 alumnos

Es algo así como un hueco en el tiempo, un pequeño desarreglo en la tragedia cotidiana. También, la foto de lo que ya no volverá a ser. Disimulada bajo la sombra pesada del último (y amenazado) latido de la Selva Marginal Costera, entre las flores amarillas de los lirios ribereños, los pájaros, las frutas y el silencio, una escuela parece ignorar el ritmo del siglo en el que vive: basurales, destilerías, bocinas, miseria y humo; la ciudad, la máquina. A pesar de lo que pueda sospecharse, no se describe aquí el encanto de un pueblo misionero. La Escuela N° 47 está levantada sobre la tierra más baja de Sarandí, en Avellaneda, casi en la orilla del Río de la Plata. Conurbano puro. A 10 minutos -ocho kilómetros- de la Casa Rosada, y a unos menos de la ajenidad de Puerto Madero, esta primaria cumplirá 100 años el domingo 30 con una calificación que aún la distingue: es la única escuela rural (no llegan medios de transporte) en el Area Metropolitana, de las 114 que hay en territorio bonaerense.

Enclavada en la zona de "las quintas", nació por la necesidad de los genoveses, calabreses y piamonteses que en 1865 llegaron a estas tierras para cultivar frutas, hortalizas y producir el célebre vino de la costa. Incluso los maestros eran genoveses y enseñaban un poco en español y otro en su dialecto, el zeneize. "Venían caminando o en canoa por el arroyo Santo Domingo; no existía ningún camino", cuenta la directora, Mirta Cuesta. Hoy, la zona está apenas poblada. Eso, y la degradación social, hicieron que la "escuelita de la Costa" reciba desde hace unas décadas no sólo a los hijos de los quinteros (que cada vez son menos), sino también a chicos de los barrios pobres de la otra margen de la autopista Buenos Aires-La Plata.

Desde 1985, la 47 además tiene doble escolaridad. Los alumnos entran a las ocho y salen a las cuatro y media. No sólo aprenden más. Desayunan, almuerzan, descansan y meriendan allí. Los docentes coinciden que eso la convierte, aunque extremadamente humilde, en una institución valorada por los chicos. "Imaginate que muchos no tienen para comer en su casa, hacen todo acá. Somos pocos, como una gran familia", cuenta conmovida Alicia Zanou, que hace ocho años que da clases aquí pero que, confiesa, "debí haber venido antes porque amo este lugar". Alicia enseña y además mantiene activa la "producción" de dulces artesanales que hacen los chicos con naranjas y duraznos, y en verano, con ciruelas amarillas de esta tierra.

La "gran familia" está formada por nueve docentes, 44 alumnos (seis viven en las zona de quintas) y cuatro o cinco perros, que entran y salen de las aulas sin pedir permiso. "Cuando llegué, pensé que eso no podía ser, pero me di cuenta de que es parte del lugar", sonríe ahora Cuesta, mirando con cariño a los dos más cachorros, que duermen bajo el sol, a una distancia respetuosa de la huerta.

"A mí me encanta esta escuela. Acá puedo preguntar y preguntar que me responden hasta que al final entiendo. En la que iba antes se creían que no prestaba atención. Acá nos explican las cosas de otra manera", dice con asombrosa madurez Damián, que está en 6° grado pero tiene 14. El, como la mayoría, llega y se va en un micro escolar que busca por su casa, en el barrio San Lorenzo, a donde fueron a parar los vecinos contaminados de Villa Inflamable, ahí nomás de las quintas, pero envuelta en hollín en vez de árboles.

A Tamara (12) y Joselyn (10) les gusta vivir en las quintas exactamente por lo mismo que a Cristopher (11) no. "Hay víboras, iguanas, y mi abuelo nos contó que antes había monos", dice Tamara y el resto asiente a coro. No obstante, los tres reconocen que "es lindo" ir a una escuela rodeada de flores y silencio. Claro que los problemas existen. Sopla la sudestada y la zona se inunda. En verano los mosquitos son una amenaza gigantesca. Pero sobre todo, lo que preocupa aquí es el enorme basural de la Ceamse (desactivado pero procesando bajo tierra décadas de residuos) y el canal Santo Domingo, de donde brotan hedores de ciencia ficción. Y también, el futuro. "Dicen que van a construir edificios como en Puerto Madero. No queremos que esto se destruya", pide Tamara con inocencia que vale, aunque las docentes saben quién compró parte de las tierras.

"Me preocupa el futuro porque acá están bárbaros, el entorno les da la tranquilidad que no encuentran en sus barrios. Hay una interacción diferente", explica Cuesta. "Elegí esta escuela por eso. Y nadie quería venir, porque está lejos", confiesa la directora, posiblemente engañada por el paisaje y la quietud. Tan lejos y tan cerca de todo, en realidad.